Érase una vez, una estación del año, llamada verano, a la que le gustaba mucho el sol. Le gustaba tanto el sol, que se pasaba hablando con él todo el día. El sol era su mejor amigo, y para el sol, el verano también era el compañero más agradable.
El sol estaba todo el día aburrido, sacando sus rayos hacia la superficie de la Tierra, sin hacer nada más, por eso, cuando el verano hablaba con él, se distraía y pasaba un buen rato.
Un día de verano, en la playa, con todos los bañistas disfrutando de un día soleado y sin nubes, cuando el sol estaba sacando sus rayos hacia la arena,el verano empezó a hablar sin parar con el sol, como era habitual.
Pero ese día, una nube, aprovechando que el sol estaba distraído hablando con el verano, se coló por delante del sol, y el cielo empezó a nublarse.
La gente de la playa miró hacia arriba y empezó a marcharse, recogiendo sus sombrillas y toallas. No había sol, y, por tanto, la gente se iba a sus casas.
Para cuando el sol se había dado cuenta, todo el mundo se había ido de la playa. El sol se puso muy triste, y pensó que él no era bueno haciendo su trabajo.
El verano también se dio cuenta y le pidió perdón al sol, y le dijo: “querido sol, nunca más volveré a distraerte tanto mientras estás trabajando. Sé que hablar mucho no es bueno, y a partir de ahora no seré tan parlanchín. Tu trabajo es muy importante y tú lo haces muy bien, ha sido culpa mía, porque no te he respetado“.
El sol lo entendió, y le perdonó, y nunca más el verano volvió a distraer al sol cuando estaba trabajando.
FIN